jueves, 27 de septiembre de 2012

MI HIJO NO QUIERE COMER

El niño con dificultades de alimentación


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El desarrollo de conductas de alimentación adecuadas y saludables en el niño depende en gran medida de la actitud de los padres en el acto de alimentar. La interacción de los mismos con el niño moldea dicha conducta

En una primera instancia el niño es alimentado. Alimentar implica una interacción de dos: el cuidador, generalmente la madre, y el niño. Al principio esto idealmente se logra a través de la lactancia materna. Se establece una comunicación entre ambos fundada básicamente en el llanto del niño y la oportuna respuesta de la madre, quien pronto aprende a diferenciar en su hijo un patrón para cada necesidad: afecto, alimentación, sueño, defecación-micción. Esta manera de comunicarse, poco a poco se ve enriquecida con la presencia de sonrisas, miradas y primeros vocablos que el niño emite. De los 4 a los 6 meses se da inicio a la alimentación complementaria (alimentos sólidos o líquidos distintos a la leche materna). La sana interacción entre el niño y su cuidador en estas etapas lo llevarán en un futuro próximo a independizarse y a comer (alimentarse por sí mismo y sin ayuda de otro).
Los padres ejercen gran influencia sobre la conducta alimentaria de sus hijos. En el período neonatal una dieta variada garantiza al feto una amplia exposición a sabores a través del líquido amniótico. Luego del nacimiento la leche materna también lo permite pues la misma se correlaciona con la dieta de la madre. Los padres además determinan el ambiente en el que se desarrolla la alimentación, dónde y cuando ocurre. Tienen estilos peculiares de alimentar que desencadenan respuestas en el niño. Los padres con un estilo de alimentación controlador, negligente o indulgente (ver cuadro anexo) tienen niños más vulnerables al desarrollo de dificultades de alimentación. Un estilo de alimentación responsable donde el niño es guiado, estableciendo límites de comportamiento y donde se dan respuestas adecuadas a sus señales de hambre, disminuye la posibilidad de desarrollar las mismas. Del mismo modo el alentar al niño a auto-alimentarse, en un principio con sus manos a pesar de que "ensucie las cosas" y luego con cubiertos acordes a su edad a pesar de que "no lo haga correctamente" es importante.
Las dificultades de alimentación se definen como cualquier situación que represente una interferencia negativa sobre el proceso normal de alimentación del niño. Las principales dificultades son el niño con poco apetito (hiporexia) y el altamente selectivo a la hora de comer.
La hiporexia o poco apetito puede ser secundaria a una enfermedad orgánica, puede ocurrir en niños deprimidos o lo más común, niños muy activos, más pendientes del juego y la interacción con su entorno que del comer, quienes además no identifican claramente la sensación de hambre y saciedad. En estos casos, mientras el niño aprende a identificar estas sensaciones y bajo la supervisión del pediatra tratante , es útil el uso de suplementos nutricionales especialmente formulados para la población pediátrica, que aportan calorías y tienen un balance adecuado de carbohidratos, proteínas ,grasas, vitaminas y minerales. Puede ocurrir también que los padres consideren a su hijo con poco apetito, por sobre-estimación de sus necesidades reales y en este caso el consejo oportuno del pediatra permitirá corregir dicho error de apreciación. En los niños con poco apetito es importante:

• Alimentarlos siempre en el mismo horario y distanciar las comidas y refrigerios de 3-4 horas. Si el niño no come en el tiempo previsto no podrá recibir ningún alimento excepto agua hasta la próxima comida.

• Servir porciones pequeñas

• El niño debe permanecer en la mesa hasta que "la barriga de papi y mami" estén llenas aunque ya no este comiendo o no quiera comer

• Las comidas deben durar un máximo de 30 minutos

• Mantener una actitud neutral

• No utilizar los alimentos como expresión de afecto

• Si el niño no se comporta bien, darle una sola advertencia, si no corrige la conducta colocarlo en tiempo fuera.

Otra dificultad común son los niños altamente selectivos también llamados "quisquillosos" o "melindrosos" a la hora de comer. Son niños que rechazan alimentos o grupos completos de alimentos por sus características (colores, texturas, sabores, olores). Hay que señalar que entre los 18-24 meses de edad se atraviesa una etapa conocida como "neofobia' donde existe un temor y rechazo innato a probar nuevos alimentos , que con el transcurrir del tiempo se va superando. A veces para lograr la aceptación de un nuevo alimento son necesarias hasta 10 exposiciones al mismo. Por ello es importante en el inicio de la alimentación complementaria garantizar la máxima exposición a sabores y texturas. En este caso si hay un rechazo a grupos completos de alimentos puede ser útil el uso de los suplementos nutricionales ya mencionados. Ofrecer consistentemente nuevos alimentos sin presionar al niño es la clave, entendiendo que aceptarlos toma tiempo pero con paciencia se logra. También deben respetarse preferencias de alimentos dentro de un mismo grupo (por ejemplo que acepten algunos vegetales y otros no) y evitar hacer "puntos de honor" con alimentos preferidos por los padres pues esto, junto con la presión que ellos pueden ejercer a la hora de comer, suele incrementar el rechazo. En algunos de estos niños también se describe una mayor sensibilidad a la percepción gustativa de sabores amargos y ciertas texturas de alimentos, lo cual los haría más proclives a rechazarlos.
En líneas generales la prevención y manejo de las dificultades de la alimentación se basa en una conducta responsable del cuidador. Alimentar al niño de acuerdo a sus necesidades reales de apetito y saciedad, responder positivamente a sus intentos de auto-alimentarse, conocer las distintas etapas y dificultades que atraviesa, desde que "es alimentado" hasta que logra "comer por sí mismo" son fundamentales.

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