El niño con dificultades de alimentación
El desarrollo de conductas de alimentación
adecuadas y saludables en el niño depende en gran medida de la actitud
de los padres en el acto de alimentar. La interacción de los mismos con
el niño moldea dicha conducta
En una primera instancia el niño es
alimentado. Alimentar implica una interacción de dos: el cuidador,
generalmente la madre, y el niño. Al principio esto idealmente se logra a
través de la lactancia materna. Se establece una comunicación entre
ambos fundada básicamente en el llanto del niño y la oportuna respuesta
de la madre, quien pronto aprende a diferenciar en su hijo un patrón
para cada necesidad: afecto, alimentación, sueño, defecación-micción.
Esta manera de comunicarse, poco a poco se ve enriquecida con la
presencia de sonrisas, miradas y primeros vocablos que el niño emite. De
los 4 a los 6 meses se da inicio a la alimentación complementaria
(alimentos sólidos o líquidos distintos a la leche materna). La sana
interacción entre el niño y su cuidador en estas etapas lo llevarán en
un futuro próximo a independizarse y a comer (alimentarse por sí mismo y
sin ayuda de otro).
Los padres ejercen gran influencia sobre
la conducta alimentaria de sus hijos. En el período neonatal una dieta
variada garantiza al feto una amplia exposición a sabores a través del
líquido amniótico. Luego del nacimiento la leche materna también lo
permite pues la misma se correlaciona con la dieta de la madre. Los
padres además determinan el ambiente en el que se desarrolla la
alimentación, dónde y cuando ocurre. Tienen estilos peculiares de
alimentar que desencadenan respuestas en el niño. Los padres con un
estilo de alimentación controlador, negligente o indulgente (ver cuadro
anexo) tienen niños más vulnerables al desarrollo de dificultades de
alimentación. Un estilo de alimentación responsable donde el niño es
guiado, estableciendo límites de comportamiento y donde se dan
respuestas adecuadas a sus señales de hambre, disminuye la posibilidad
de desarrollar las mismas. Del mismo modo el alentar al niño a
auto-alimentarse, en un principio con sus manos a pesar de que "ensucie
las cosas" y luego con cubiertos acordes a su edad a pesar de que "no lo
haga correctamente" es importante.
Las dificultades de alimentación se
definen como cualquier situación que represente una interferencia
negativa sobre el proceso normal de alimentación del niño. Las
principales dificultades son el niño con poco apetito (hiporexia) y el
altamente selectivo a la hora de comer.
La hiporexia o poco apetito puede ser
secundaria a una enfermedad orgánica, puede ocurrir en niños deprimidos o
lo más común, niños muy activos, más pendientes del juego y la
interacción con su entorno que del comer, quienes además no identifican
claramente la sensación de hambre y saciedad. En estos casos, mientras
el niño aprende a identificar estas sensaciones y bajo la supervisión
del pediatra tratante , es útil el uso de suplementos nutricionales
especialmente formulados para la población pediátrica, que aportan
calorías y tienen un balance adecuado de carbohidratos, proteínas
,grasas, vitaminas y minerales. Puede ocurrir también que los padres
consideren a su hijo con poco apetito, por sobre-estimación de sus
necesidades reales y en este caso el consejo oportuno del pediatra
permitirá corregir dicho error de apreciación. En los niños con poco
apetito es importante:
• Alimentarlos siempre en el mismo
horario y distanciar las comidas y refrigerios de 3-4 horas. Si el niño
no come en el tiempo previsto no podrá recibir ningún alimento excepto
agua hasta la próxima comida.
• Servir porciones pequeñas
• El niño debe permanecer en la mesa
hasta que "la barriga de papi y mami" estén llenas aunque ya no este
comiendo o no quiera comer
• Las comidas deben durar un máximo de 30 minutos
• Mantener una actitud neutral
• No utilizar los alimentos como expresión de afecto
• Si el niño no se comporta bien, darle una sola advertencia, si no corrige la conducta colocarlo en tiempo fuera.
Otra dificultad común son los niños
altamente selectivos también llamados "quisquillosos" o "melindrosos" a
la hora de comer. Son niños que rechazan alimentos o grupos completos de
alimentos por sus características (colores, texturas, sabores, olores).
Hay que señalar que entre los 18-24 meses de edad se atraviesa una
etapa conocida como "neofobia' donde existe un temor y rechazo innato a
probar nuevos alimentos , que con el transcurrir del tiempo se va
superando. A veces para lograr la aceptación de un nuevo alimento son
necesarias hasta 10 exposiciones al mismo. Por ello es importante en el
inicio de la alimentación complementaria garantizar la máxima exposición
a sabores y texturas. En este caso si hay un rechazo a grupos completos
de alimentos puede ser útil el uso de los suplementos nutricionales ya
mencionados. Ofrecer consistentemente nuevos alimentos sin presionar al
niño es la clave, entendiendo que aceptarlos toma tiempo pero con
paciencia se logra. También deben respetarse preferencias de alimentos
dentro de un mismo grupo (por ejemplo que acepten algunos vegetales y
otros no) y evitar hacer "puntos de honor" con alimentos preferidos por
los padres pues esto, junto con la presión que ellos pueden ejercer a la
hora de comer, suele incrementar el rechazo. En algunos de estos niños
también se describe una mayor sensibilidad a la percepción gustativa de
sabores amargos y ciertas texturas de alimentos, lo cual los haría más
proclives a rechazarlos.
En líneas generales la prevención y
manejo de las dificultades de la alimentación se basa en una conducta
responsable del cuidador. Alimentar al niño de acuerdo a sus necesidades
reales de apetito y saciedad, responder positivamente a sus intentos de
auto-alimentarse, conocer las distintas etapas y dificultades que
atraviesa, desde que "es alimentado" hasta que logra "comer por sí
mismo" son fundamentales.
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